lunes, 3 de enero de 2011

Tertulia Política No. 261- Agustín García Calvo

Listado: Tertulias Políticas del Ateneo de Madrid por Agustín García Calvo
Oir Audio : Tertulia número 261, 22 de diciembre de 2010

Contenido resumido:

El término ‘Dios’ (el que es el que es) o principio de Existencia:
Dios = El que es el que es (a Moisés en el Antiguo Testamento).
Es cómodo y conveniente usar ‘Dios’ para designar todo aquello que viene de Arriba, que se nos impone en lo que nosotros estamos abajo, que tampoco es todo.
El Capital, el Estado, el Poder, son apariciones de lo que llamamos Dios, que consiste en la orden o necesidad de ser uno el que es, de que una cosa sea la que es.
Dios (la Ley del Padre, el Gobierno, el Poder, el Capital, etc.) no es que propiamente se limite a existir (como les pasa a las cosas junto con nosotros), sino que es el principio de la Existencia.
El principio de Existencia (la necesidad de ser del todo el que es; que cada una de las cosas sea del todo la que es) se impone sobre aquello otro que no tiene nombre, que nos queda por debajo y que no es lo que es, a lo que se alude con nombres como sinfín o AHORA (que no es ningún momento, porque cuando se dice AHORA ya no es AHORA), y esto es una lucha constante que cada uno de nosotros tiene dentro de sí entre su necesidad de ser quién es (es decir, Dios) y lo que sobre eso se impone y que se resiste y que nunca acaba de dejarse del todo de que se crea que es lo que es, porque nunca el Poder acaba del todo de imponernos la Ley de la muerte.
También las otras cosas padecen esta imposición del principio de Existencia, pero en el tipo de cosas que somos los humanos la Ley de Dios ha penetrado de una manera profunda y arrasadora, uno está especialmente dominado por la necesidad de ser el que es, por Dios, el Capital, el Estado, el Poder, todo aquello que representa este principio o Ley de Existencia, por eso bien podemos tirar por el camino que en la tertulia ya se viene proponiendo desde hace tiempo: hacernos como cosas, como lo que somos, y matar al Hombre.

Dios se mete dentro de cualquiera, de cualquier parte:
El Poder se impone sobre algo que no es el Poder. Sabemos que hay algo precisamente porque el Poder se impone sobre ello, no se puede el Poder imponer en el vacío: hay algo. Y, por tanto, debajo de estas personas que nosotros somos, creídas, convencidas, metidas en su Fe, hay algo.
Y fijándonos en los humanos, tenemos que reconocer que también Dios se mete en aquellos que podrían pensarse como oprimidos, sometidos, dominados, y eso es lo que hace que las revoluciones estén condenadas a fracasar.
Cuando se confiaba en un levantamiento de los de abajo contra lo de Arriba, se ha confiado en los más de abajo, pero esa confianza se ha derrumbado, por ejemplo:
-En los proletarios:
 En los trabajadores, aquellos que (con la definición marxista) venden su fuerza de trabajo, es decir, venden las posibilidades de vida convirtiéndola en trabajo.
Hoy día los trabajadores en general siguen caracterizándose por vender la vida, vender las posibilidades, para gloria de Dios, es decir para el fin.
El progreso del Capital, del Estado y de las formas de Poder ha consistido en que nosotros, las criaturas humanas, cada vez más nos lo traguemos sin darnos cuenta, por el procedimiento de hacernos creer a cada uno en sí mismo y que cada uno crea en su Futuro.
-En los niños:
La perversión que implica ser un adulto (haberse asentado en su Ser, habérselo creído, mantener la Fe de que sabe lo que hace) le lleva, en nombre de esa Fe, a creer que puede hacer cualquier cosa, por ejemplo, con los niños, por medio de cualesquiera formas de dominación paterna, familiar, estatal, y sobre todo por cualquier forma de educación.
El Poder actúa todo lo deprisa que puede, de manera que antes de haberle dado a un niño, a una niña, tiempo de crecer, ya lo ha sometido terriblemente a la Ley, a la que tiene que estar sometido. Entre el año y medio y los dos años del niño, los adultos se apresuran a decirle “Te vas a morir mañana”, y eso es ya la entrada a la Existencia. Ese niño ya estará cargado de Futuro. Un niño de apenas dos años puede ya empezar a tener un Futuro y saberlo.
Hasta ese punto puede llegar la dominación y la pedagogía en el ansia de matar a un niño, es decir, de convertirlo en un adulto, en una persona mayor que sabe lo que hace.
-En las mujeres:
El Poder es por su propia esencia masculino, dentro de las edades históricas nunca ha habido ningún Poder femenino ni matriarcal, y la Historia comienza con la sumisión de las mujeres a la Ley del Padre, a Dios; eran las sometidas, las vendidas, las que estaban convertidas en esclavas, servidoras de la casa, del amo, del padre, del marido, de cualquier representante del Poder, y destinadas no sólo a hacerle la comida sino a darle hijos para que con ellos se hiciera lo que los adultos tienen que hacer. Es la situación de las mujeres en cualquier forma histórica de Sociedad, y era lógico que, contra la Ley del Poder, del Futuro, de Dios, se confiara en las mujeres.
También esta confianza se derrumba cuando uno ve que esas mujeres (las sometidas, las servidoras, las vendidas, las que eran la primera forma de Dinero, el objeto y fundamento de no sólo los deseos, sino las guerras) a lo largo de los siglos llegan a aceptar, como si fueran suyas, machadas de todo tipo como la Ley del Islán o la Ley de los judaicos o cualesquiera otras Leyes que son machadas típicas; aceptan esa Ley como si fuera su Ley, de ellas. Y en el Régimen actual vemos que las mujeres ponen su gloria en ser iguales a los hombres, que el sometimiento a la Ley de Dios llega a tanto como tener un Futuro prácticamente el mismo que el de los hombres, un destino prácticamente el mismo, hacerse ejecutivas del Poder, es decir, de Dios, de la Ley del Señor, de la Ley de los hombres. ¿Hay un reconocimiento más tremendo de la superioridad de los hombres que esta pretensión de ser iguales a ellos?, como si los hombres hubieran sido a lo largo de toda la Historia alguna cosa envidiable, como si cualquier cosa que los masculinos han hecho no hubieran sido más que esas machadas: guerras, pedagogías y culturas sumisas.

La obediencia a Dios quiere decir esencialmente la obediencia al fin, al Futuro:
El Régimen actual que padecemos, la Democracia desarrollada, confía ciegamente en que cada uno cree que es quien es, es decir, que sabe lo que quiere, sabe lo que vota, sabe adónde va, sabe lo que le gusta… Todo lo cual es mentira: no lo sabemos. Lo que uno quiere es lo que a uno le mandan que quiera, y esto que le mandan que quiera es esencialmente el Futuro. La Ley de Dios, la Ley de la muerte-siempre-futura es que la vida no sea absolutamente nada más que Futuro, muerte, pero ese ideal nunca acaba de cumplirse.

El ideal nunca se cumple:
El Futuro es la gran arma del Poder. El Futuro que en definitiva no es más que muerte, muerte-siempre-futura, es lo que nos rige, el Futuro se come la vida. Nunca del todo, porque lo que hemos descubierto es que la Realidad, por engañosa y poderosa que sea, no es todo lo que hay, que en la Realidad no cabe todo, ni cabe nada, ni cabe uno, que todo eso son imposiciones desde Arriba, y nada se cumple del todo. Por tanto tampoco estamos cada uno de nosotros reducido del todo a ser el que es, es decir, destinado a su muerte, sirviendo a su Futuro: tampoco del todo. El Futuro nunca se realiza, nunca se cumple del todo. Que por mucho que penetre la Ley del Poder, nunca será del todo, siempre quedará algo vivo, de mujer, de niño, de sometido. El único aliento de confianza es este reconocimiento de lo evidente: que el ideal no se cumple nunca.
 (Teresa Rodríguez Vázquez para tertulias-garcia-calvo@googlegroups.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario